Como ya sabemos la crueldad y violencia contra los animales en México son cuestión de todos los días, sin embargo en la festividad de Halloween, estas se incrementan considerablemente debido al anonimato que dan los disfraces y ciertas supersticiones que tienen como blanco especial a los gatos.
Por ello decidimos mencionarles algunas precauciones a tomar en cuenta para prevenir que sus mascotas sufran daños en las manos de los monstruos humanos que rondarán esta noche o por descuido:
-No deje a su gato fuera durante la noche bajo ninguna circunstancia.
-No permita que los niños compartan dulces con los gatos o perros, los caramelos pueden provocarles complicaciones y el chocolate en especial puede causar incluso la muerte en los gatos.
-Vigile a sus mascotas si sus decoraciones incluyen velitas encendidas.
-No lleve a las mascotas en su recorrido nocturno, el ruido, los extraños y los disfraces pueden causarles estrés y provocar accidentes.
Como mención especial, si tiene la oportunidad de alojar a un gato negro durante esta noche, no dude en hacerlo, pues son las víctimas principales de los ataques en esta temporada.
Si usted, estimado lector, cree que se las ve negras con la crisis, la violencia y el derrumbe aparentemente inevitable del ecosistema, la sociedad y el espíritu humano de hoy día, lo invito a evaluar su situación de nuevo.
Piense en alguien que, durante siglos, ha sobrevivido persecuciones, matanzas y discriminación, además de cargar con un estigma ilógico que lo encasilla como un elemento social inferior, encarnación de la maldad y aún más, portador de una fortuna tan pérfida, que el sólo hecho de cruzar caminos con él o ella atrae la desgracia más abyecta.
Alguien quien, a pesar de su condición de ser vivo y sus servicios más que favorables a la humanidad, recibe el mismo tratamiento medieval de crueldad y odio, que se amplifica con la cercanía de las festividades de Halloween y el Día de Muertos.
Por supuesto me refiero al nunca bien ponderado gato negro. No obstante, si usted pensó que este sería un escrito sobre la victimización de minorías raciales humanas a través de la vergonzosa comedia que comprende nuestra gloriosa historia, no estaba tan lejos de acertar, pues el triste desenlace de cualquier persecución por odio es siempre el mismo.
Pocas criaturas han sido tan vilipendiadas y juzgadas tan erróneamente como el gato negro. Un odio y una matanza igual de permanentes sólo han afectado al lobo, otro de los enemigos políticos de la humanidad católica cuya paranoia destructiva no conoce fronteras de especie.
La ironía del asunto, es que la única mala fortuna que se asocia con los gatos, negros, blancos, marrones, manchados y multicolores, no llega cuando se cruzan en nuestro camino, sino cuando no lo hacen. Las matanzas medievales de gatos negros impulsaron la sobrepoblación de ratas en las grandes ciudades, lo que abrió las puertas y el camino para la Muerte Negra.
Al no encontrar resistencia en las ciudades indefensas, fortificadas con torreones y murallas, pero desprovistas de los excelsos depredadores que son los gatos, la peste bubónica montada sobre roedores, por poquito acaba con la humanidad en menos de un siglo, volviendo en diferentes ocasiones para azotar París y Londres en especial.
Extrañamente, en estas dos metrópolis la quema de gatos negros era casi considerada un deporte, y además de la masacre monumental de las pascuas, mensualmente los felinos eran quemados de a granel, junto con brujas, judíos, gitanos, disidentes políticos, niños con características faciales inusuales, ancianas, judíos convertidos al catolicismo, hombres de letras, astrónomos… en fin, una barbacoa tan vasta como el gusto de la inquisición y la indiferencia del populacho.
Hay recuentos de cacerías lideradas por párrocos, quienes apoyados por una turba enfurecida, barrían los callejones de gatos negros, sospechosos de brujería por su visión nocturna, agilidad, libertad y por la misma razón que la gente judía era considerada comedora de infantes: por default.
Desde el pueblerino medieval iletrado, pasando por el escolástico fascista, hasta la vecina que lanza piedras a los félidos azabaches, mientras grita aterrorizada, danzando como si mil cucarachas le trepasen por las piernas, nadie ha tenido jamás una razón lógica para matar un gato, ni siquiera una para temerle u odiarlo.
¿Qué daño puede representar para el ser humano, una criatura que además de combatir las plagas de roedores sirve de magnífico acompañante, amigo y es incluso un pequeño reactor energético que elimina el nocivo estrés, cambiándolo por un tibio sosiego?
Desde hace dos siglos hemos llegado a la conclusión de que la diabólica reputación del gato negro es tan falsa como la inferioridad de las mujeres respecto a los hombres y la diferencia de dignidad entre las razas del mundo.
Curiosamente, el asesinato brutal de gatos negros continúa, a la par del machismo y el racismo.
En tiempos de Halloween estos felinos, verdaderos supervivientes, ven incrementarse los peligros a su alrededor por cacerías, ya no lideradas por párrocos, sino por adolescentes, niños e incluso fanáticos ya maduros, quienes aferrados en perpetuar el dogma de la crueldad buscan, e incluso adoptan, gatos negros con el solo fin de provocarles sufrimiento.
He ahí, estimado lector, que lo único malo respecto a los gatos negros es su pobre fortuna, siempre provocada por la ignorancia y brutalidad tan conocida de nuestra especie. Si ya, habiendo reconsiderado su situación contrastándola con la de los felinos, aún se piensa desafortunado, deprimido y sin esperanza, puede adoptar un gato negro hoy mismo, para presenciar cómo, progresivamente mejora su ánimo, y por ende su suerte.
Hágalo, también, para salvar a un compañero ser vivo de un posible final violento e injusto, a manos del monstruo más terrible y destructivo que ronda el planeta en Halloween y todo el año: el ser humano.